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Keira Knightley confiesa que no proceso bien la fama por Piratas del Caribe

Imagen por Cortesía

La actriz británica Keira Knightley ha roto el silencio sobre el "auténtico infierno" que vivió durante el apogeo de su fama gracias a la saga Piratas del Caribe, revelación que comparte en una entrevista con The Times con motivo de su 40 cumpleaños y el estreno de La mujer del camarote 10 en Netflix. A los 17 años, su rol como Elizabeth Swann en La maldición del Perla Negra (2003) la catapultó a la estratósfera de Hollywood, pero también la sumergió en un torbellino de acoso mediático que la dejó al borde del colapso. "Me volví loca con los paparazzi, pero logré ocultarlo", confiesa Knightley, recordando cómo el escrutinio constante la transformó en una prisionera de su propia imagen.

El acoso de los paparazzi en los años 2000 fue implacable y humillante, según detalla la estrella. "Recuerdo despertar un día y había 10 hombres afuera de mi puerta, y no se fueron durante unos cinco años", narra, describiendo cómo los fotógrafos la insultaban con epítetos como "puta" o "zorra", especialmente cuando estaba acompañada por su novio, hermano o padre, con el fin de provocar reacciones violentas y así obtener demandas lucrativas. La situación escaló tanto que alquilaron un apartamento frente al suyo para espiarla con teleobjetivos, obligándola a una paranoia cotidiana. "Intentaban provocarlos, provocando a la gente para que les pegaran y así poder demandarlos", explica, evocando un clima de hostilidad que la hizo sentir "encarcelada" en su propia vida, un sentimiento que ya había confesado en entrevistas previas como una fuente de estrés postraumático (PTSD).

Para combatir esta pesadilla, Knightley ideó tácticas de supervivencia casi surrealistas. Regaló toda su ropa y optó por repetir el mismo atuendo diario —tres pares de vaqueros idénticos, una camiseta a rayas y botas— para desvalorizar las fotos exclusivas. "Si me seguían, dejaba de caminar. Me quedaba ahí parada, literalmente. Un día, estuve parada cinco horas", relata, una forma de resistencia pasiva que volvía las imágenes "aburridas" e invendibles. Eventualmente, escapó a Europa en tren, deslizándose por museos y ciudades como París con un aspecto desaliñado y sin contacto visual, lo que le permitió "pasar desapercibida" por primera vez en años. "Nadie me encontró. Fui muy buena", admite con un toque de orgullo retrospectivo.

A pesar del trauma —que requirió "muchos años de terapia" para superar—, Knightley no reniega de esa etapa, que aunque "brutal" le aseguró estabilidad financiera y abrió puertas a nominaciones al Oscar en filmes como Orgullo y Prejuicio. "Tuve un período de cinco años entre los 17 y los 21, y nunca volveré a tener ese éxito. Me preparó totalmente para la vida. ¿Tuvo un precio? Sí, lo tuvo. Un precio muy alto", reflexiona. Hoy, con una carrera más selectiva y lejos de blockbusters, la actriz enfatiza su resiliencia: "No quería que me vencieran. No iba a dejar que ganaran". Su testimonio resuena como un recordatorio del costo humano de la fama adolescente en la era pre-redes sociales.

Redacción



  



  

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