Tulum: Del esplendor maya al paraíso whitexican en crisis

Hace más de 800 años, Tulum emergió como una de las ciudades mayas más prósperas del Posclásico Tardío, un puerto amurallado clave en las rutas comerciales del Caribe mexicano.
Con templos como El Castillo vigilando el mar, fue un centro de intercambio de plumas, jade y cacao hasta el siglo XVI, resistiendo la conquista española como uno de los últimos bastiones mayas.
Su declive prehispánico coincidió con la llegada de los europeos, pero las ruinas, declaradas patrimonio en 1981, perduran como testimonio de una civilización que dominó la península de Yucatán. Tras la colonia y la Independencia, Tulum se redujo a un remoto pueblo pesquero en la selva quintanarroense, habitado por descendientes mayas y mestizos que cultivaban maíz y mijo.
El siglo XX lo transformó: el boom turístico de Cancún en los 70 lo catapultó al mapa, atrayendo mochileros bohemios con sus playas vírgenes y cenotes sagrados. Para los 90, hoteles boutique y fiestas electrónicas lo convirtieron en ícono global, un "paraíso eco-chic" que generaba millones en divisas.
Hoy, Tulum luce el rostro de la gentrificación extrema, con los “whitexicans” (esos mexicanos de clase alta, cosmopolitas y privilegiados) a la vanguardia de su auge y caída. Inversiones inmobiliarias dispararon precios: un metro cuadrado en la zona hotelera supera los 10 mil dólares, y un taco puede costar 150 pesos, ahuyentando al turista nacional.
El Tren Maya, inaugurado en 2023, prometió desarrollo, pero aceleró la turistificación, desplazando comunidades locales y convirtiendo playas públicas en enclaves exclusivos para influencers y nómadas digitales.
Expertos advierten: sin freno a la especulación, el legado maya de Tulum podría diluirse en un espejismo elitista. Por ahora, el paraíso susurra lecciones de equidad en medio del sargazo y el desdén.