Mauricio Fernández Garza, el alcalde visionario de San Pedro, muere a los 75 años
En un giro que sacude el corazón regiomontano, Mauricio Fernández Garza, el carismático "Tío Mau" y eterno defensor de su terruño, partió este martes a los 75 años, víctima del mesotelioma pleural, ese cáncer implacable que lo había acechado desde principios del año.
Nacido el 12 de abril de 1950 en la cuna industrial de Monterrey, Fernández forjó un camino lleno de audacia, donde la política se entretejía con el empuje empresarial y un toque de irreverencia que lo hacía inolvidable.
Cuatro veces al frente de San Pedro Garza García —el enclave de opulencia neoleonés—, este "hombre rudo" transformó el municipio en un referente nacional con apuestas audaces en vigilancia urbana, fomento de las artes y un pulso cultural vibrante.
Su huella más juguetona se ve en el Museo La Milarca, ese rincón de maravillas prehistóricas con dinosaurios que brotaban de su afición por la paleontología y el deleite colectivo. Como magnate en la construcción y el mecenazgo, no se limitó a los despachos: en las redes, se erigió como un influencer sin ataduras, soltando verdades crudas y velando por sus ideales con la pasión de un cruzado moderno.
Solo siete días atrás, con la salud ya tambaleante, pidió licencia indefinida, despidiéndose de su puesto con la frente en alto, convencido de haber vertido su alma en esa ciudad que tanto amaba. El adiós de Fernández ha desatado una oleada de tributos que trascienden fronteras políticas.
Felipe Calderón, exmandatario, lo evocó con calidez, alabando esa herencia de servicio familiar y su entereza final: "Vivió a pleno, con gozo y sin cadenas". Samuel García, gobernador de Nuevo León, no contuvo la emoción en una transmisión en directo, resaltando cómo su legado ilumina el estado entero.
En San Pedro, el Parque Chipinque y la prensa local lloran en coro, mientras un velorio en el Museo La Milarca promete ser un faro de recuerdos. Su sucesor, Mauricio Farah, juró en ese mismo sitio perpetuar el sueño de un San Pedro eterno. Su partida deja un vacío, pero su eco resuena fuerte. Que la tierra le sea leve.